El fin de una era en late night y un anuncio con reloj político
CBS ha decidido cerrar una institución de la televisión estadounidense. The Late Show terminará en mayo de 2026, coincidiendo con el final del contrato de Stephen Colbert. El anuncio llegó el 17 de julio de 2025 y sacudió tanto a Hollywood como a Washington por su timing: apenas tres días antes, Colbert había criticado en antena el pago de 16 millones de dólares que Paramount acordó para zanjar una demanda de Donald Trump. En su monólogo, lo calificó de “un soborno gordo”.
La cadena asegura que no hay segundas lecturas. George Cheeks, presidente de CBS y codirector ejecutivo de Paramount, sostuvo en un comunicado que la decisión es “puramente financiera” y responde al entorno adverso del late night, no al rendimiento del programa ni a contenido editorial ni a otros asuntos internos. La explicación no ha convencido a todo el mundo.
Varios líderes demócratas han pedido explicaciones sobre si hubo presiones políticas o regulatorias. La senadora Elizabeth Warren fue directa: “Estados Unidos merece saber si se canceló por razones políticas”. Bernie Sanders y Ron Wyden se sumaron al cuestionamiento. Adam Schiff, invitado del programa el mismo día del anuncio, envió una carta a la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) preguntando si el regulador tuvo algún papel, algo poco habitual pero relevante en plena fusión multimillonaria de Paramount con Skydance.
El ruido no se limita al Capitolio. El gremio de guionistas (WGA) pidió a la fiscal general de Nueva York, Letitia James, que investigue las circunstancias del anuncio. Según fuentes recogidas por The Hollywood Reporter, la noticia fue recibida “con shock y disgusto” por políticos y artistas. Skydance, por su parte, respondió por escrito a los senadores que no participó en la decisión.
La sombra de Trump planea sobre el caso por un historial de choques con Colbert. El expresidente ha sido uno de los blancos frecuentes del presentador desde 2015, cuando tomó el relevo de David Letterman. Trump llegó a pedir públicamente la rescisión del contrato del cómico. Con ese telón de fondo, la cancelación ha encendido las especulaciones sobre si la política se cruzó con la parrilla.
Un dato frío: The Late Show es una marca que cambió el género desde 1993, cuando Letterman instaló su ironía en el Ed Sullivan Theater. La versión de Colbert consolidó la primera posición del late night en numerosas temporadas, apoyada en monólogos de actualidad y entrevistas de alto perfil. Precisamente por su buena salud creativa, el argumento económico de CBS genera debate: ¿por qué cerrar un líder?
La respuesta corta: el late night ya no manda como antes. La audiencia lineal se fragmenta, la publicidad migra a plataformas y el público joven consume monólogos por TikTok y YouTube al día siguiente. Incluso un programa “número uno” puede tener una rentabilidad discutible cuando se mide contra los nuevos hábitos de visionado y los costes de producción de un show diario en Nueva York.
Para entender la controversia, conviene ordenar los hechos clave:
- 14 de julio de 2025: Colbert critica en antena el acuerdo de 16 millones de dólares de Paramount con Trump.
- 17 de julio de 2025: CBS anuncia que The Late Show terminará en mayo de 2026, al expirar el contrato del presentador.
- Tras el anuncio: Senadores demócratas, incluida Elizabeth Warren, piden aclaraciones sobre posibles motivaciones políticas.
- Adam Schiff remite una carta a la FCC para preguntar por un posible rol del regulador.
- La WGA solicita a la fiscal general de Nueva York que examine el contexto del anuncio.
- Skydance niega cualquier intervención en la cancelación mientras avanza su fusión con Paramount, que requiere aprobaciones regulatorias.
El calendario es lo que sostiene las sospechas. Paramount está en pleno proceso de cerrar su fusión con Skydance, una operación de varios miles de millones de dólares que, entre otros pasos, debe pasar por la FCC al implicar licencias de emisoras propiedad de CBS. Aunque la FCC no decide qué programas se emiten, sí evalúa el “interés público” en transferencias de licencias y cambios de control. Con ese expediente abierto, toda decisión sensible sobre contenido político queda bajo lupa.
La empresa, de nuevo, lo niega: no hubo indicaciones de terceros ni una motivación política. El mensaje oficial encaja con un movimiento más amplio de la industria: bajar costes fijos en franjas con márgenes decrecientes. Un late show con banda, equipo de guionistas, escenografía en Manhattan y grandes invitados cuesta mucho. Si la mayor parte del alcance se logra al día siguiente con clips en redes, el modelo de ingresos por anuncios lineales se resiente.
La cultura popular ya ha metabolizado la polémica. South Park incluyó una referencia en su temporada 27 con un episodio titulado “Sermón en el Monte”, donde aparece Colbert en un guiño a la cancelación. Cuando un caso salta al ecosistema satírico, el tema ya no es sólo empresarial: es conversación nacional.
Desde el punto de vista laboral, el cierre del programa afecta a más que una estrella. Implica guionistas, equipo técnico, producción, maquillaje, música, seguridad y empleos indirectos en el vecindario del Ed Sullivan Theater. Tras años de huelgas y ajustes, el gremio ve en cada cancelación un golpe anímico y económico.
¿Y por qué terminar en mayo de 2026, y no ya? Por contrato. Colbert continúa hasta el final de su acuerdo. De paso, CBS se gana tiempo: prepara la transición, decide qué hará con la franja y estira una marca valiosa durante otra temporada. La cadena no ha detallado el plan para el horario nocturno tras esa fecha. Tiene varias opciones: un formato más barato, rotación de presentadores, una tira informativa con menor coste o apostar por reposiciones de franquicias consolidadas.
La comparación con otras señales ayuda a entender el tablero. El late night clásico vivió décadas de duelos entre CBS, NBC y ABC. Hoy compite con todo: realities, true crime, streamers y un scroll infinito de vídeos cortos. El viejo ritual de monólogo + sofá + banda funciona como sello, pero no necesariamente como negocio de prime time si el público prefiere el clip editado que circula a primera hora en redes. Las métricas han cambiado; los modelos de ingresos, también.
En este contexto, CBS pone énfasis en los números. La empresa matriz, Paramount, ha pasado por reestructuraciones, ventas de activos y estrategias para aliviar deuda mientras empuja su plataforma de streaming. Cada línea del presupuesto cuenta. Para un conglomerado en plena fusión, cualquier recorte que mejore el flujo de caja y aclare la fotografía ante reguladores y mercados se vuelve tentador. Esa lectura financiera no desactiva las dudas políticas, pero sí las encuadra en una lógica empresarial reconocible.
Un formato en jaque: economía, política y regulación
La pregunta que flota es simple: ¿puede un monólogo sobre política influir en la vida o muerte de un programa líder? En tiempos normales, no debería. Pero el cruce entre política, regulación y fusiones crea incentivos extraños. Un comentario editorial que incomoda a un demandante poderoso, un acuerdo legal cuantioso que salta a portada y una operación corporativa que depende de aprobaciones federales… la suma alimenta sospechas, aunque no pruebe nada por sí sola.
Vale repasar qué hace y qué no hace la FCC. El regulador no dicta contenidos ni cancela programas. Evalúa si la transferencia de control de licencias de emisoras sirve al “interés público”, un estándar amplio que considera competencia, diversidad y servicio a las comunidades. Cuando hay cartas de senadores, titulares y escrutinio público, los tiempos del expediente pueden tensarse. De ahí la relevancia política de cada movimiento de Paramount y CBS mientras se cocina la fusión con Skydance.
En paralelo, el mercado del entretenimiento se ha convertido en una batalla por la atención de minutos, no de horas. Un late show produce decenas de cortes virales cada semana: monólogos, entrevistas, sketches. Esa distribución digital hace grande a la marca, pero no siempre retorna en la misma proporción vía publicidad lineal. La paradoja es que el género goza de alta influencia cultural y, a la vez, de menor certidumbre económica que hace diez años.
El caso Colbert también habla de la fragilidad de la sátira política en la era de la polarización. Los presentadores de late night han asumido el papel de comentaristas de actualidad, un sitio que genera fidelidad entre espectadores y anticuerpos entre adversarios. Cuando el blanco es un expresidente con litigios abiertos y una base movilizada, el ruido deja de ser ruido y se convierte en variable de riesgo reputacional para corporaciones con múltiples frentes regulatorios.
Aun con la tormenta, hay elementos que anclan el debate: el legado de The Late Show y la importancia de la voz de su presentador. La etapa de David Letterman fijó un estándar de irreverencia televisiva. La de Colbert añadió músculo político y liderazgo de audiencia en la era de las noticias 24/7. Cerrar esa etapa no es sólo quitar un título de la parrilla, es mover un pilar del ecosistema nocturno de la televisión abierta.
¿Qué mirará el público en los próximos meses? Primero, la despedida. El último año de Colbert al frente del programa será observado con lupa: invitados, monólogos, mensajes entre líneas. Segundo, la respuesta institucional: si la FCC contesta la carta de Schiff, si la Fiscalía de Nueva York recoge el guante del gremio de guionistas, si Paramount aporta más detalles. Tercero, la estrategia de CBS para su medianoche a partir de 2026.
Mientras tanto, la conversación seguirá detonando referencias en la cultura pop. Que South Park haya recogido el caso es prueba de que el tema ya traspasó el sector y anidó en el imaginario colectivo. Cuando el entretenimiento habla del entretenimiento, el círculo se retroalimenta.
Una última pieza del rompecabezas es el impacto regional. Programas como The Late Show sostienen actividad diaria en un distrito concreto de Nueva York: catering, transporte, hoteles, pequeñas tiendas. Cada noche de grabación es una microeconomía. Ese efecto arrastre no figura en los estados financieros de Paramount, pero sí en la vida de cientos de personas. Por eso los sindicatos no sólo piden explicaciones; reclaman certidumbre.
¿Hubo mano política? No hay pruebas concluyentes en el expediente público. ¿Hay incentivos y un contexto que alimentan la duda? Sí. ¿Podría ser, simplemente, la economía implacable de un género que ya no paga sus cuentas como antes? También. Lo que es seguro es que el final de The Late Show con Colbert deja una pregunta que va más allá de un presentador: cómo se reinventa la televisión abierta cuando su programa nocturno más emblemático ya no encaja en la hoja de cálculo.